lunes, 24 de mayo de 2010

Bicentenario ¿Qué corno festejamos?

Esta es una nota de Omar Bello, publicada en Perfil, a crítica ya la bajaron de un plumazo, así que, ya que página 12 podría ser el diario de Disneyworld, debemos empezar a buscar en los pocos intersticios que deja la censura algo que cuente lo que en realidad nos está pasando.

Bicentenario: ¿Qué corno festejamos?Por belloomar 23 de Mayo del 2010 61 Comentarios
Es probable que buena parte de la multitud que visita la patética kermesse que se montó sobre la Avenida Nueve de Julio, desconozca que hasta el jabón que usa para limpiar sus calzones está fabricado por manos extranjeras, y que ese simple dato los enfrenta a una terrible realidad: no sólo estamos, como es público y notorio, peor que en el primer centenario de la patria, también retrocedimos en comparación a los tiempos de nuestro nacimiento. Temporalmente, la crisis europea puede hacernos sentir que estamos en el camino correcto. Sin embargo, convendría recordar algo: la paz mundial está ligada al bienestar económico. Dios nos libre de que el euro se desbarranque o Estados Unidos vea peligrar sus hegemonía. Nuestras naciones, saturadas de recursos y habitadas por un puñado de seres humanos que no son capaces de producir el papel higiénico con que limpian sus traseros, se convertirían en un “Bocato di Cardinale” para países agobiados que, aunque la jueguen de civilizados en los organismos internacionales que ellos mismos crearon, no dudarían un minuto en arrasarnos con cualquier excusa. Porque en términos concretos, el cuento del desarme significa poseer diez mil bombas nucleares en lugar de once mil. ¿Con qué los vamos a combatir? El colorido ejército que desfila en nuestro promocionado corso bicentenario, desarmado y humillado, no puede ganarle ni un picadito a los bomberos de Sarandí. Se ponen de acuerdo un par de naciones y terminamos igual que los sobrevivientes de la tragedia de los Andes; comiéndonos los unos a los otros. Para colmo, a diferencia de Brasil, somos un mercado tan chico que casi todas las empresas foráneas que constituyen nuestra economía podrían retirarse sin que sus centrales sufran el menor daño. Quedan los caramelos de Arcor y la leche, siempre a punto de quebrar, de La Serenísima; dieta pobre pero patriótica que es casi lo único que pudimos conservar en doscientos años de desaciertos y corrupción. ¿La carne? Sin ánimo de deprimirlos, la mayoría de los frigoríficos grandes también están en manos ajenas. Queda la soja, eso sí. Ahora bien, sin la tecnología que viene de afuera y el fervor de los mercados asiáticos, como bien se decía antes: “No somos nada”. Cuando celebramos nuestro cumpleaños tenemos la sabiduría de “festejar” aquello en que nos convertimos. Por más negadores que seamos, algo de la realidad se filtra y nos permite cambiar. Cuando celebramos el cumpleaños de la patria, nos obsesionamos con el momento de la cópula. Gritamos a los cuatro vientos: “¡Fuimos hijos muy deseados!” Y no paramos de representar las buenas intenciones de nuestros “padres”. El problema es que, deseados y todo, como descendientes de ese amor inicial dejamos mucho que desear. En cierta forma, seguimos siendo un país porque el aire es gratis; situación que podría cambiar dramáticamente durante los próximos cien años. Convendría prepararse.

http://blogs.perfil.com/bello/2010/05/23/bicentenario-%c2%bfque-corno-festejamos/comment-page-3/#comment-10105

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