sábado, 16 de agosto de 2008

La forma del narrador


En El barón rampante hay un uso particular del narrador. Italo Calvino se identifica de forma directa con el personaje principal. Para narrar la historia recurre al personaje del hermano de Cósimo. Este libro es ideal para un público adolescente (adulto también) a partir de los doce años. Narra la historia de un chico que se subió un día a los árboles y se quedo allí a lo largo de toda su vida.
Dice el prólogo de Esther Benítez en El barón rampante: Calvino recurre aquí a un elemento narrativo que mediante la primera persona –aproximadora y lírica– corrija la frialdad objetiva propia del narrar fabuloso; y la personalidad de este yo-narrador tiene una explicación concretísima que nos da el propio Calvino: "Para el barón rampante tenía el problema de corregir mi impulso demasiado intenso e identificarme con el protagonista, y puse en práctica el bien conocido dispositivo Serenus Zeitblom; es decir, desde las primeras frases presente como un personaje de carácter antitético al de Cósimo, un hermano sosegado y lleno de buen sentido".

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo ya. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno. Y hacerlo durar, y darle espacio..
Texto de Ciudades Invisibles de Italo Calvino.


Sofía

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