viernes, 7 de agosto de 2009

Desmemorias o Brevedades con sentido

No me acuerdo haber planeado visitar Toledo hasta que quedé varada durante 24 horas en el aeropuerto de Barajas y decidí buscar la forma de matar el tiempo. Lo demás lo hizo la casualidad.

No me acuerdo haber sentido que mis pies no encontraban apoyo hasta el día en que falleció mamá.

Hoy descubrí que la metempsicosis (1) es ése imperioso deseo de regalar mi alma antes de partir.

No me acuerdo de ningún silencio tan poblado de voces cómo el que comparto con mi almohada.

No me acuerdo cuando comprendí que soy menos que un insecto, pero sí quién me lo dijo.
No me acuerdo cuando entendí que mientras transcurre un instante alegre en mi vida otros sufren, lloran o gozan y entonces río a carcajadas cada vez que me dan ganas, sabiendo que mi único compromiso es disfrutar ése efímero instante.

No sé cuando descubrí que el mejor momento del día es aquél en que calzo mis chinelas y me pongo en marcha.

No me acuerdo cuando tomé mi primer mate pero sé que en otra fecha, que tampoco me acuerdo, comencé a convidar.

No me acuerdo cuantas veces intenté huir pero sé que cuando mis llantos interminables explotan los enjugo escribiendo.

No me acuerdo a que argumentos apeló mi conciencia para que no cumpliera mis deseos de matarlo. Sólo sé que busco cada día la manera de desalojarlo de mis sueños.

No me acuerdo haber aprendido a volar, pero lo hago cada vez que un pájaro solitario cruza mi cielo.

No me acuerdo el sonido del “la” ni sé diferenciar la trompeta del clarinete, ni el bajo de la guitarra pero nunca olvidaré el sonido de la voz de mi mamá.

No distingo el perfume del jazmín ni el de la rosa, pero me resulta imborrable la armonía de fragancias que me envolvieron cuando mi bebé descubrió mis pezones por primera vez.

No me acuerdo en qué fecha visité Misiones, pero sé que cada vez que quiero evocar la inmensidad siento aquella sensación inmedible de viajar en el ascensor transparente rodeada del torbellino de las Cataratas del Iguazú.

No recuerdo mayor sensación de orfandad que la que sentí entre la multitud de un lejano aeropuerto mientras esperaba mi vuelo.

No me acuerdo en qué sala de espera leí el cuento de Cortazar, pero cuando lo evoco me envuelve Louis Amstrong con su profunda negrura hecha voz.

No me acuerdo cuando asocié el placer de oír caer la lluvia con el de concentrarme a leer al compás de sus gotas.
Hoy llueve y abordaré la lectura del Ulises de James Joice.
Comienzo por el resumen de su biografía.
Luego la nota del traductor acerca de las exigencias y capacidades necesarias para realizar tan arduo trabajo, conocimientos de giros idiomáticos y búsqueda de la mejor manera de modificarlos para que sean accesibles al lector del castellano.
Dentro de mi concentración se fue instalando una maravillosa melodía de timbales y platillos interrumpidos acertadamente por trombones de ecos luminosos.
El trueno, el rayo y la lluvia me llevaron a una dimensión desconocida.
Nada quise pensar, sólo cerré el libro y gocé del sonido recién descubierto.

NO ME ACUERDO DONDE PERDÍ LA CORDURA PERO LO CELEBRO CADA DÍA.

(1) Metempsicosis: doctrina religiosa y filosófica según la cual trasmigran las almas de unos seres a otros.

Estelauno1@hotmail.com 21/7/09

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