domingo, 5 de abril de 2009

Sobre nota anterior a Carver, ahora podemos saber por qué

... finales de los años setenta, Carver acababa de separarse de Maryann Burk y estaba superando su alcoholismo. Gordon Lish, el editor de Knopf, recibió una colección de 17 relatos de Carver, titulados The beginners (Los principiantes).Los leyó con el mismo entusiasmo con el que en seguida se entregó a una poda drástica y contundente. No sólo suprimió entre 4.000 y 5.000 palabras y en según qué cuentos, prescindió de una tercera parte del texto, sino que también cambió nombres, atajó caminos narrativos y añadió, de su puño y letra, frases enteras. El libro pasó a llamarse De qué hablamos cuando hablamos del amor y Carver fue entronizado como un maestro de la narrativa norteamericana, con su descripción glacial del mal y sus personajes comunes, amenazados siempre por un peligro que irrumpe de forma inesperada. Los editores anglosajones tienen como hábito asumido la edición de los textos de sus autores. Pero a diferencia de la apasionada, bellísima, defensa con la que Malcom Lowry logró que su editor respetara la integridad de su texto de Bajo el volcán,la correspondencia entre Raymond Carver y Gordon Lish - conservada en la Universidad de Indiana, como todos los manuscritos corregidos-es angustiosa. Carver no se atreve a contradecir a Lish, le halaga, le jura agradecimiento eterno, pero también le suplica, invoca graves peligros para su salud, incluso le advierte que puede volver al alcohol... Todo para conseguir que Lish respete sus relatos y detenga el libro. No lo hace, y el éxito es fulminante.
Años más tarde, cuando Carver entregó los relatos de Catedral, ya se sentía más fuerte y se vio capaz de imponer su voluntad a Lish. Acabaron rompiendo

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