miércoles, 23 de abril de 2008

Rojo sobre blanco

Vislumbró un cuerpo de mujer sin rostro y revivió un abandono sin tiempo que aun dolía.
Miró la habitación, su ropa, las sábanas, la almohada, todo era blanco, como sus sueños, como su mente.
Sintió la soledad y el desamparo, nada a su alcance que pudiese hacer más corta su agonía.
De un mordisco rasgó la piel de la muñeca de su brazo izquierdo, siguió rasgando la carne con los dientes blancos, que poco a poco se iban tiñendo de rojo, hizo lo mismo en la muñeca derecha.
Un río de color cubría su camisa, manchando también el pantalón blanco.
Se sentía liberado, no percibía dolor ni miedo, solo una extrema debilidad y un frío intenso.
Un túnel áureo lo esperaba al fin del camino.
Tarde supo que la muerte también era blanca.

Élida Metetieri

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